Impacto de la precariedad laboral en la salud de las personas jóvenes

“Tras los números se esconden personas.

Son jóvenes con trabajos inestables y contratos basura, sin ilusión”

(Joan Benach, Carles Muntaner)

 

El término precariedad se ha hecho un lugar en nuestro lenguaje común para definir todas aquellas dimensiones de la existencia caracterizadas por su poca estabilidad y duración, esto es, por su inseguridad. En un sentido antropológico, está asociada a la incertidumbre y a la contingencia que caracteriza la condición humana (Le Blanc, 2007). En España, con una tasa de paro del 46,2% en el cuarto trimestre de 2015 para las personas menores de 25 años (Encuesta de población activa. INE, 2016) y una tasa de temporalidad del 55,1% entre los 16 y 29 años (CJE, 2015), no es de extrañar que la precariedad laboral forme parte de la cotidianidad de las personas jóvenes.

Cada vez resulta más alejado del imaginario colectivo de la juventud el poder disponer de un empleo que les permita garantizar las necesidades básicas, generar una identidad personal y colectiva y gozar de una vida plena. Entre las necesidades básicas se encuentra la salud, de ahí que la precariedad laboral sea considerada hoy un determinante clave de la salud poblacional y una condición de ocupación que afecta a la salud de trabajadores y trabajadoras, a sus familias y comunidades (Benach, 2014), generando importantes desigualdades en salud. Del mismo modo que el desempleo, la precariedad laboral no está distribuida de forma equitativa entre la población ni tiene el mismo impacto en la salud de todas las personas, sino que afecta más a mujeres, jóvenes, de clase obrera, e inmigrantes.

 

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¿Qué entendemos por precariedad laboral?

En salud pública existen múltiples términos para referirnos a la erosión de las condiciones del empleo estándar: empleo a tiempo completo, estable, con un salario que permite hacer frente a los gastos diarios y también a los excepcionales.

Términos usualmente asociados a la precariedad laboral son: empleo flexible, empleo temporal, subempleo y también los famosos “trabajadores pobres” (“working poor” en su forma más conocida), esto es, personas con empleo que se sitúan por debajo del umbral de pobreza o con privación material grave. Aunque no existe un consenso definitivo en su definición, entendemos la precariedad como un concepto multidimensional que intenta captar la esencia de la degradación de las condiciones de empleo aparejadas a la disminución del poder de negociación de las personas trabajadoras frente al empresariado, pero sobre todo, a su mayor vulnerabilidad. Así, forman parte del concepto dimensiones como la inseguridad laboral, los bajos salarios y la privación material, la individualización de la negociación de contratos y condiciones de empleo entre trabajador/a y empresario/a en detrimento de la negociación colectiva, la limitación de los derechos en el trabajo y de la protección social adquirida a través del trabajo, y una menor capacidad para poder ejercer estos derechos: por ejemplo poder tener vacaciones remuneradas, el derecho a tener una jornada reducida o a meses de permiso por maternidad, así como defender jornadas laborales con un horario máximo (Amable 2000, Vives et al, 2011; Puig-Barrachina et al, 2014).

¿Por qué y cómo puede afectar la precariedad laboral a las personas jóvenes?

La precariedad laboral tiene un impacto negativo sobre la trayectoria vital de las personas, tanto en lo concerniente al desarrollo individual: un nivel de renta más bajo durante toda la vida, con transiciones más frecuentes entre empleo y desempleo, tasas más altas de pobreza y peores condiciones de salud física y mental (Eurofound, 2011); en su dimensión social y colectiva puede socavar el potencial de crecimiento económico, resultando una clara amenaza para la cohesión social (OIT, 2013).

Los efectos sobre la salud pueden entenderse a través de los modelos que explican el estrés laboral que, desde hace décadas, muestran robusta y consistentemente su relación con diferentes trastornos; aunque también existen mecanismos materiales que explican la relación entre la precariedad y el deterioro de la salud física y mental.

La vivencia de un presente aleatorio, caracterizado por la incertidumbre, la carencia de oportunidades y la falta de protección social, configura una realidad de precariedad emocional que, a menudo, conduce a la autocensura, disminuye la autoestima y aumenta la vulnerabilidad y la indefensión frente a una realidad amenazante (Martínez Oró, 2014). Bauman, en “La sociedad Individualizada” (2001), hablaba de la “inadecuación biográfica del yo”, la autopercepción del sujeto de ser responsable, individualmente, de su inadecuación para el orden social.

Este sentimiento, junto con la indefensión resultante de la imposibilidad de control sobre el propio futuro, configura una realidad psicológica de alto riesgo para la salud. Por una parte, disminuye la percepción de autoeficacia personal y colectiva, básica para el desarrollo de comportamientos positivos de salud y para la actuación y participación en el desarrollo y la mejora social (Bandura, 1994 y 2001). Por otra, la falta de expectativas de éxito en relación esfuerzo-recompensa, conduce a comportamientos de búsqueda del placer inmediato como estrategia de alivio ante el malestar emocional; lo que conlleva una probabilidad más elevada de todo tipo de comportamientos de riesgo (Martínez Oró, 2014).

Junto con la falta de desarrollo de un identidad individual y colectiva, la precariedad laboral juvenil tiene un efecto importante, desde un punto de vista material, al impedir tomar decisiones relativas a la vida personal y de formación de una nueva familia. La precariedad laboral y la flexibilidad en el trabajo dificultan la emancipación juvenil, la consecución de proyectos vitales individuales y refuerzan la relación de dependencia familiar (Sánchez Moreno, 2004; Santos, 2003).

Considerando el marco conceptual de partida que asume la realidad de salud como “el resultado de la capacidad de respuesta de los individuos, de los grupos y de las organizaciones para desarrollar el propio potencial y afrontar de forma positiva a los retos del ambiente” (OMS, 1986), la preocupación por la actual situación de desempleo y precariedad laboral de los jóvenes, constituye, desde nuestro punto de vista, una prioridad para la salud pública.

 

Societat de Salut Pública de Catalunya i Balears

Bibliografía

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Benach J, Vives A, Amable M, Vanroelen C, Tarafa G, Muntaner C. Precarious employment: understanding an emerging social determinant of health. Annu. Rev. Public Health. 2014; 35: 229–53.

Le Blanc G. Vidas Ordinarias, vidas precarias. Buenos Aires: Nueva Visión; 2007.

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Sánchez Moreno E. Jóvenes: la nueva precariedad laboral. La experiencia de la precariedad laboral en los jóvenes españoles, Madrid: Confederación Sindical de Comisiones Obreras; 2004.

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Puig-Barrachina V, Vanroelen C, Vives A, Martínez JM, Muntaner C, Levecque K, Benach J, Louckx F. Measuring employment precariousness in the European Working Conditions Survey: the social distribution in Europe. Work. 2014; 49: 143-61

Vives A, Vanroelen C, Amable M, Ferrer M, Moncada S, Llorens C, Muntaner C, Benavides F, Benach J. Employment precariousness in Spain: prevalence, social distribution, and population-attributable risk percent of poor mental health. Int. J. Health Serv. 2011; 41, 625–646.