El envejecimiento activo (también denominado envejecimiento saludable o con éxito, aunque no son conceptos intercambiables), representa un enfoque positivo del proceso de envejecer. Fue definido por la Organización Mundial de la Salud en 2002 como el proceso de optimizar las oportunidades de salud, participación y seguridad en orden a mejorar la calidad de vida de las personas que envejecen, así como las oportunidades de educación y formación a lo largo de toda la vida (Faber, 2015 ). El concepto de envejecimiento activo se ha convertido en el objeto de proyectos y estudios, tales como el Programa ENCAGE-CM y el Proyecto ENVACES y de numerosas publicaciones científicas.
La mayor parte de las personas esperan envejecer en un buen estado de salud físico y psíquico y con bienestar emocional y económico. Sin embargo, envejecer también está asociado a la aparición de un buen número de problemas de salud, tales como enfermedades cardiovasculares, musculoesqueléticas y neurodegenerativas, que pueden conllevar estados de fragilidad y dependencia, así como un deterioro de la calidad de vida. Los problemas cognitivos y de salud mental también tienen una alta prevalencia en la vejez. Los cambios asociados al envejecimiento, como la jubilación y la pérdida de ingresos económicos, el deterioro gradual de la salud y de la capacidad física son factores que contribuyen a la aparición de problemas de salud mental. A ello su suman cambios en las condiciones de vida, como mudarse de domicilio o por la muerte de seres queridos, que puede resultar en una pérdida del sentido de pertenencia. Los trastornos mentales más comunes, la depresión y la ansiedad, afectan a entre un 10 y un 15% de las personas mayores de 65 años en todo el mundo (IMSERSO, 2010). La depresión, que suele estar infradiagnosticada en personas mayores, está asociada con mayor dependencia funcional, morbilidad, uso de recursos socio-sanitarios y mortalidad.
El modelo de envejecimiento activo supone un valioso marco para elaborar estrategias de promoción de la salud mental. Diversos estudios poblacionales indican que el estado de salud física y mental es mejor entre las personas mayores más activas. La prevalencia de depresión es menor entre aquellas personas mayores que participan en actividades significativas , que tienen estilos de vida saludables y que viven en un ambiente seguro (Galli, 2016). Algunas variables psicológicas como autoeficacia, afrontamiento y optimismo están asociadas a la calidad de vida (Bowling, 2011) y al envejecimiento saludable o activo y actúan como mediadoras de la relación entre depresión y envejecimiento activo. Entender esta relación es esencial para prevenir los efectos negativos de los problemas de salud mental en las personas mayores. La promoción del envejecimiento activo tiene consecuencias positivas sobre el estado de ánimo, la autoestima y la satisfacción con la vida.
En este sentido, las intervenciones de los profesionales de la salud mental enmarcadas en el modelo de envejecimiento activo deben ir enfocadas a la prevención de las enfermedades crónicas mediante la promoción de las conductas saludables y de los factores de protección del funcionamiento cognitivo, el fomento de las emociones positivas, el afrontamiento y la capacidad de adaptación a los cambios que supone el proceso de envejecer y favorecer el aprendizaje continuo y la participación social. De este modo, la intervención debe ser multidisciplinar y multisectorial. La persona mayor puede contribuir a su propio bienestar, pero también es importante involucrar a su familia y red de apoyo, los centros de atención primaria y de salud mental, la comunidad donde vive la persona mayor y los gestores de políticas socio-sanitarias, para promover un entorno más amigable a las personas mayores. Todo esto repercutirá en una sociedad más saludable y justa, ya que potenciará la contribución de las personas mayores a las generaciones más jóvenes.
Carmen Rodríguez Blázquez, Maria João Forjaz
Instituto de Salud Carlos III. Madrid.