Es bien conocido que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda establecer un mejor abordaje de las enfermedades crónicas entre las prioridades de las agendas políticas, si bien dicha tarea a día de hoy continúa siendo infravalorada. En este sentido, la evidencia empírica disponible hasta la fecha sobre el estatus socioeconómico, la salud y las Enfermedades No Transmisibles (ENT) muestra una amplia complejidad en estas relaciones. En consecuencia, aboga por la necesidad de una mayor investigación en relación a los distintos factores relacionados con el estado de salud, en concreto, en las ENT.
En ese sentido, es importante destacar que las enfermedades crónicas se caracterizan, en general, por su larga duración y progresión lenta. De esta forma, sigue siendo de interés examinar si existe un aumento de las posibilidades de tener diagnosticadas enfermedades crónicas como consecuencia de una disminución en las relaciones sociales para el caso de nuestros mayores. Por eso, se precisa obtener nuevas informaciones que nos permitan comprender mejor las diferentes relaciones entre status socioeconómico, salud y ENT.
Más allá de las implicaciones socioeconómicas de este fenómeno, los aspectos objetivos considerados como proxies de aislamiento social es de esperar que estén asociados con el padecimiento de enfermedades crónicas después de los 50 años siendo las variables sociodemográficas también importantes cuando se trata de explicar el padecimiento de enfermedades crónicas por las personas mayores. Además, vale la pena resaltar que otras variables como el género, el factor educativo, la situación laboral o la ruralidad pueden resultar estadísticamente significativos en este tipo de estudios que en todo caso es aconsejable que se aborden desde una perspectiva multidisciplinar.
En conclusión, dado que el “aislamiento social” aumenta el riesgo de tener diagnosticadas enfermedades crónicas, este riesgo coligado al aislamiento, junto con los tradicionales asociados a los estilos de vida debe ser considerado en el desarrollo de políticas públicas en salud1-5. En este sentido, la evidencia previa hasta la fecha ha identificado ya dos tipos principales de intervenciones: aquellas basadas en grupos y las de tipo individual. Por consiguiente, estas políticas, deben ir encaminadas al desarrollo de aspectos sociales (por ejemplo, cursos educativos sobre comportamientos sociales), apoyo social (tales como, programas de voluntariado) y/o interacción social (proporcionando servicios como transporte o internet). Es importante en este punto señalar que el aprovechamiento de las oportunidades que subyacen de estas alternativas determinará el éxito de los Estados del Bienestar. En todo caso, se debe prestar atención a las diferencias por países y regiones a la hora de establecer las diferentes políticas en cada lugar y momento de tiempo.
Referencias relacionadas:
- Cantarero, D., Pascual, M., Blazquez, C. (2018). Social isolation and multiple chronic diseases after age 50: A European macro-regional analysis. PLOS ONE, Oct 24;13(10):e0205062.
- Lamu, A.N., & Olsen, J.A. (2018). Yes, health is important, but as much for its importance via social life: The direct and indirect effects of health on subjective well‐being in chronically ill individuals. Health Economics, 28, 209-222.
- Landeiro, F., Barrows, P., Musson, E. N., Gray, A. M., & Leal, J. (2017). Reducing social isolation and loneliness in older people: A systematic review protocol. BMJ Open, 7(5), e013778. doi:10.1136/bmjopen-2016-013778.
- Smith, K., & Victor, C. (2018). Typologies of loneliness, living alone and social isolation and their associations with physical and mental health. Ageing and Society. In Press.
- Sundström, G., Fransson, E., Malmberg, B., & Davey, A. (2009). Loneliness among older Europeans. European Journal of Ageing, 6(4), 267-275.
David Cantarero Prieto. Editora Asociado de Gaceta Sanitaria. Profesor Titular de la Universidad de Cantabria