En el espacio que las sociedades de SESPAS dedican en sus congresos y reuniones anuales a las cuestiones intersectoriales que preocupan a todos los salubristas y que requieren además de una visión transdisciplinaria, durante el vigésimo séptimo congreso de la asociación de juristas de la salud celebrado hace unos días en Oviedo, tuve el privilegio de compartir con los congresistas una serie de consideraciones al respecto de la priorización en las políticas sanitarias.
Las preguntas que utilicé para vertebrar mis elucubraciones fueron: ¿por qué? ¿para qué? y ¿cómo? Cierto es que planteárselo ya es algo, porque supone que somos conscientes de la necesidad de establecer preferencias o lo que todavía es más importante, de descartar algunas alternativas. Obviamente, no hay recursos para todo, pero también es cierto que no todo lo que se puede hacer es conveniente. Siempre me ha llamado la atención que los programas electorales de los partidos políticos sean tan prometedores, cuando en muchas ocasiones culminar las propuestas afirmativas no depende de la voluntad de los responsables, mientras que aquello que no se quiere hacer (porque se piensa que no se debe) sí que es más fácil de controlar. Claro que proclamar lo que no se quiere hacer no acostumbra a proporcionar votos. Por otro lado parece que antes que actuar es mejor pensar en lo que se debe hacer, el problema es desde luego en qué se piensa. Por ejemplo, en las necesidades de la población pero entonces ¿quién las establece y con qué criterios? Des de una perspectiva patogenética, más propia de la medicina o desde una perspectiva salutogénica, más propia de la ciudadanía? Es decir, políticas sanitarias o políticas de salud o saludables… No son forzosamente contradictorias pero a menudo compiten por los recursos y por la hegemonía. Elegir, optar o escoger tiene consecuencias que no siempre son positivas para los que deciden ni desde luego para los que las experimentan, por lo que cualquier priorización debe completarse con la evaluación de los resultados. Claro que no hacer o mejor dicho no decidir también es una opción, lo que en política sanitaria supone dejar actuar a la inercia y someterse al statu quo, situación más bien frecuente que puede sobrevivir a planes de salud y a proyectos de planificación, sobre todo si en el fondo no son más que un paripé para salir del paso, cuando no una coartada.
Aunque el propósito genuino de la planificación es transformar la realidad eliminado lo que es nocivo, lo que no sirve o incluso lo que es mejorable para substituirlo por aquello que es mejor lo que implica formular objetivos evaluables y medirlos. Rendir cuentas al final del proceso.
El establecimiento de prioridades es el núcleo de cualquier formulación política, no solo porque los recursos para ponerlas en práctica siempre son limitados, lo que requiere forzosamente elegir entre los diferentes propósitos —a veces alternativos, a veces complementarios—, las distintas necesidades que se pretende satisfacer y desde luego las diversas posibilidades de intervención. Incluso en las situaciones de mayor prosperidad hay que escoger que se aborda primero, porque el tiempo no es tan elástico como para que todo lo que hay que hacer se pueda hacer a la vez.
No obstante, si bien una de las dimensiones más obvias de la priorización tiene que ver con renunciar o posponer determinadas intervenciones, es decir con el racionamiento de los recursos, establecer prioridades supone también concretar preferencias y propósitos, asociados a ideologías políticas que pueden ser incluso contrapuestas, aunque lamentablemente los programas sanitarios de los partidos políticos en la actualidad difieran mucho menos en los contenidos y prestaciones —bajo supuestos generalmente intervencionistas y medicalizadores— que en aspectos organizativos y de financiación.
En cualquier caso, el establecimiento de prioridades comporta, desde la perspectiva de la salud pública, también un componente técnico, que facilita en su caso la racionalización. Por una parte, la utilización de criterios que formalicen la toma de decisiones de modo que resulte lo más comprensible y lo más transparente posible y, por otro, el desarrollo de instrumentos prácticos para adoptarlas, tanto en el ámbito macro de las políticas, como en el meso de las organizaciones o el micro de las prestaciones a pie de calle.
En los últimos meses se han editado algunas publicaciones de particular interés en el ámbito de la planificación sanitaria en España y todas ellas relacionadas con SESPAS. Entre ellas una de la colección dirigida por Vicente Ortún desde el CRES (centre de recerca en economía de la salud) titulada precisamente «Priorizando los servicios sanitarios o saliendo del paso» en el destaca el papel de los compañeros de la Asociación de Economía de la Salud de SESPAS. Otra coordinada por Ildefonso Hernández ex presidente de SESPAS en la que doce expertos en Salud Pública de áreas diversas proponen a los políticos una hoja de ruta para hacer más efectiva la mejora de la salud de la población . Y, finalmente, el último cuaderno de la Fundació Victor Grifols y Lucas que, como en anteriores encuentros del grupo de trabajo de SESPAS sobre ética y salud pública, recoge las aportaciones del séptimo de estos encuentros dedicado a las Prioridades y las políticas sanitarias desde una perspectiva ética en este caso .
Un conjunto de reflexiones muy sugestivas que tal vez resulten útiles a quienes tienen la oportunidad de tomar decisiones (a menudo impopulares y difíciles) en el terreno de las políticas sanitarias y más generalmente de las políticas saludables.
- Del Llano J. Peiró S. (dirs) Prioritising health services or muddling through. Madrid: Springer health care iberica, 2018. 159p.
- Hernandez I. (coord) Definición de prioridades en las políticas de salud. Cuadernos de la Fundación Dr. Antonio Esteve nº 36. Barcelona: Fundación Esteve, 2016. 70 p.
- Segura A. Puyol A (coord) Prioridades y políticas sanitarias. Cuadernos de la Fundación Victor Grífols y Lucas nº 48. Barcelona: Fundación Victor Grífols, 2018. 149 p