La producción agrícola española genera una gran necesidad de mano de obra en fechas muy delimitadas que acostumbra a ser ocupada por los migrantes internacionales. Estos trabajos de temporada en el sector agrícola suelen ser menos atractivos para los locales, debido al gran esfuerzo físico que requieren y la precariedad laboral asociada. Como forma de supervivencia a lo largo del año, hombres y mujeres trabajadores migrantes van siguiendo diferentes enclaves agrícolas con el fin de poder obtener ingresos durante el mayor periodo de tiempo posible (1) .
Los temporeros o jornaleros migrantes se enfrentan a muchas carencias sociales y económicas derivadas de la irregularidad administrativa, barreras idiomáticas, dificultad en el acceso a servicios sanitarios, aislamiento social, lejanía de familiares y redes de apoyo e inexistencia de alojamientos (2). En su mayoría hombres de origen Subsahariano, algunos llegan con contrato y un lugar donde vivir, pero cuando los empleadores no garantizan alojamiento, comida, ni el transporte hasta el lugar de trabajo -o bien éstos se deducen del salario como mejoras en especie-, para tener una vivienda temporal sin que les suponga un gasto económico, es habitual que los migrantes recién llegados a un territorio se alojen en asentamientos: -campamentos, cortijos o recintos superpoblados en zonas alejadas de los servicios sanitarios y los servicios básicos (3,4).
La Organización Mundial de la Salud denunció a finales del 2019 la situación infrahumana en la que viven estas personas en asentamientos, caracterizados por la falta de acondicionamiento a los fenómenos meteorológicos, sin el mobiliario necesario e incluso no tener acceso a servicios básicos como electricidad o agua corriente (5) .
A este problema de base que sin duda impacta en su salud física y mental de estas personas (6) -que en el caso de las mujeres se agrava por el riesgo de sufrir violencia y abusos sexuales (7) -, ahora se suma que la pandemia de COVID-19 ha aumentado su vulnerabilidad: el hacinamiento en los domicilios no les permite guardar la distancia necesaria, compartiendo un mismo espacio sin ventilación y saneamiento adecuado, y favorece la transmisión (8); lo que también sucede en los lugares de trabajo vinculados a la industria agrícola (invernaderos, cooperativas) y también la industria cárnica. Además, el cierre de fronteras durante el confinamiento dificultó que pudieran viajar con seguridad, por lo que una proporción de trabajadores que están recogiendo la fruta que hoy comemos muy probablemente arrastren un periplo migratorio caracterizado por múltiples riesgos para su salud.
Por otra parte, ante casos de contagio el seguimiento es más complicado si estos trabajadores no tienen la documentación en regla ni tarjeta sanitaria, ya que trabajan sin afiliación a la seguridad social; y, en general, las personas migrantes, especialmente aquellas en situación administrativa irregular, se enfrentan a una serie de barreras de acceso a los servicios sanitarios (9). El miedo, el desconocimiento del idioma y la falta de acceso a información, junto a diferencias culturales, ha podido evitar que estas personas se puedan proteger y prevenir el contagio.
La explotación y abandono sistémico de estos trabajadores tiene sus raíces en la desigualdad social, de clase y de étnia, y como tal debe ser abordado desde una perspectiva interseccional que tenga en cuenta la acumulación de factores de riesgo de exclusión social (migración, etnia, clase social, género, idioma, desarraigo, etc) (10). En términos neocoloniales, la servidumbre de los y las migrantes frente a los europeos pervive en estas realidades de precariedad y deshumanización extrema, así como también en la normalización que hacemos del fenómeno (11) . Que los asentamientos existan o incluso estas personas duerman en la calle en condiciones insalubres es un problema social, una disfución sistémica, más que únicamente del sector agrario (12), y como tal debe ofrecerse una respuesta coordinada multisectorialmente, en la que hoy el sector salud cobra aún más importancia ante la detección y prevención del contagio.
Erica Briones Vozmediano
Editora Asociada de Gaceta Sanitaria.
Profesora Lectora Serra-Húnter, Departamento y Facultad de Enfermería y Fisioterapia, Universidad de Lleida.
Referencias
1. Hennebry J, McLaughlin J. Out of the Loop: (In)access to Health Care for Migrant Workers in Canada. Journal of International Migration and Integration. 2015.
2. Cruz Roja Española. Atención a inmigrantes en asentamientos. Sevilla: CRE, 2014.
3. Basok T, Lopez-Sala A. Rights and Restrictions: Temporary Agricultural Migrants and Trade Unions’ Activism in Canada and Spain. Journal of International Migration and Integration. 2015;1-17.
4. Campos K. Inmigración en campamentos, percepciones sobre la vida en asentamientos precarios de Copiapó. Revista CIS.2008;14(22):109-129.
5. “El relator de la ONU, tras visitar España: «Las autoridades hacen la vista gorda con las condiciones de los jornaleros inmigrantes”, El Diario.es, 07/02/2020
6. Ferreira Leite J, Dimenstein M, Sales Macedo JP, et al. Condiciones de vida, salud mental y género en contextos rurales: un estudio a partir de asentamientos de reforma agraria del Nordeste brasilero. Avances en Psicología Latinoamericana. 2017;35(2):301-316
7. Women´s Link Worldwide. Los derechos de las mujeres migrantes. Almería: la historia que nadie cuenta, WLW: 2011.
8. Legido H. “Cataluña es la demostración de que los sistemas no están preparados”, El Pais.com, 13/07/2020
9. Gil-González D, Carrasco-Portiño M, Vives-Cases C, et al. Is health a right for all? An umbrella review of the barriers to health care access faced by migrants. Ethnicity & Health. 2014.
10. Heard E. Intersectionality in practice. Health Promot Int. 2020 Jun 28:daaa069.
11. Falk-Rafael A. Globalization and global health: toward nursing praxis in the global community. ANS Adv Nurs Sci. 2006 Jan-Mar;29(1):2-14.
12. Julià Traveria R. “Parlem de temporers. Una visió sistémica”, Segre.com, 30/05/2020.