En el 2015 la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó una ingesta reducida de azúcares libres1 tanto por los adultos como por los niños, a lo largo de toda la vida, a menos del 10% de las calorías consumidas, y de ser posible a menos del 5% de la ingesta calórica total diaria,bajo la premisa de que «los efectos deseables del cumplimiento de la recomendación superan los efectos adversos», lo cual implica que «la recomendación puede adoptarse como política en la mayoría de las situaciones».
En términos prácticos y para una dieta de 2000 calorías, esta recomendación del 10% equivale a un máximo de 50g de azúcar al día, para hacerse una idea de lo fácil que resulta cubrir esta recomendación, vale la pena mencionar que una bebida tipo cola tradicional de 330 ml (en lata) tiene aproximadamente 39g de azúcar (unos 10 terrones), un bombón tradicional de 21g contiene 16g de azúcar, ¾ de taza de cereales endulzados para el desayuno, porción de 30g, aportan unos 11g de azúcar y una cucharada sopera de salsa de tomate representa alrededor de cuatro gramos de azúcar oculto, esto sin mencionar productos como caramelos, mermeladas y dulces en general, en cuya composición prevalecen los azucares libres. En el caso de los niños, resulta todavía más fácil de colmar este máximo recomendado, dado el tipo de productos que se promueven con mayor frecuencia para este grupo poblacional.
El consumo elevado de azucares libres es motivo de preocupación dada su asociación positiva con la ganancia en el peso corporal, lo que puede conllevar al desarrollo de sobrepeso y obesidad, dando continuidad al ascenso en las cifras de estas condiciones ya catalogadas como epidémicas, y en consecuencia, de toda una serie de enfermedades no transmisibles como la hipertensión arterial, diabetes mellitus y algunos tipos de cáncer, entre otras patologías. Un consumo alto de azucares libres afecta la calidad nutricional de la dieta, toda vez que influye sobre el apetito, se favorecen hábitos alimentarios inadecuados y se alcanzan altos contenidos energéticos (calorías), pero se compromete el consumo de otros alimentos con alto contenido de nutrientes. Todo esto resulta en una mala alimentación, que junto a la falta de ejercicio físico constituyen dos de los principales factores de riesgo modificable, reconocidos como las causas más frecuentes de enfermedades no transmisibles (1, 2).
Al respecto, la OMS en el “Plan de acción mundial para la prevención y el control de las enfermedades no transmisibles 2013-2020”, propuso un conjunto integral de medidas para que las autoridades públicas desarrollen acciones encaminadas a mejorar la salud, y en el informe del 2016 “Fiscal policies for Diet and Prevention of Noncommunicable Diseases- Políticas fiscales para la Dieta y la Prevención de las Enfermedades No Transmisibles”, enfatizó la recomendación, indicando que la aplicación de políticas fiscales que conlleven a “un aumento de por lo menos el 20% en el precio de las bebidas azucaradas, podrían redundar en una disminución en el consumo de estos productos en el mismo porcentaje, favoreciendo así una mejor nutrición, una disminución en las cifras de ganancia de peso y por tanto, de las patologías asociadas”. La implementación de este tipo de medidas genera múltiples reacciones, intereses y críticas, tal como lo expresa el Dr Royo Bordonada para el caso de España (3)
Es claro que la implementación de una medida de intervención aislada, no es suficiente para alcanzar los logros deseados en términos de reducir la prevalencia en las cifras de obesidad y sus patologías asociadas, en la reducción de los gastos del sistema de salud o en la percepción de bienestar de los individuos y comunidades. Sin embargo, resulta prioritario avanzar en este camino, en el que cada paso que se intenta dar se expone a múltiples presiones y limitantes, que nos recuerdan los hechos ocurridos frente al consumo de productos como el tabaco y el alcohol.
En este punto, es imprescindible hacer alusión a la complejidad que representa el entorno alimentario actual para la toma de decisiones en todos los ámbitos, incluyendo por supuesto el individual y familiar; los efectos de la globalización, liberalización del mercado, los acuerdos internacionales de comercio, los pactos y alianzas globales en los que prevalece los intereses económicos sobre la salud de la población, han favorecido la creación y fortalecimiento de un ambiente obesogénico en el que la alimentación tradicional se viene sustituyendo por un estilo alimentario que se ha denominado como dieta “dieta neoliberal” o “dieta occidental”. Al respecto, el documento de la OMS sobre «Alimentos y bebidas ultraprocesados en América Latina: tendencias, efecto sobre la obesidad e implicaciones para las políticas públicas», muestra que mientras en el año 2000, el volumen más alto de ventas anuales percápita de productos ultraprocesados se registró en América del Norte, para el año 2013, las ventas cayeron en un 9,8%, mientras que para el mismo período aumentaron en un 79,8% para Europa Oriental y 26,7% para América Latina (con diferencias importantes por país según nivel de ingresos) . Figura 1.
Figura 1.
Tomado de: Alimentos y bebidas ultraprocesados en América Latina: tendencias, efecto sobre la obesidad e implicaciones para las políticas públicas
Estudios en diversos países en temáticas como la publicidad en televisión de alimentos y bebidas no alcohólicas, evidencian que los productos anunciados se caracterizan en gran medida por su alto contenido de azucares agregados, importantes presupuestos económicos destinados a promover y generar lealtad de marca en el consumo de los mismos, que se ofrecen principalmente en la franja infantil de la televisión y cuya principal estrategia de intervención se ha basado aunque al parecer sin lograr los resultados esperados, en la autorregulación por parte de la industria alimentaria (3). Sin embargo, la iniciativa de un comercial sobre bebidas azucaradas diseñado por la Asociación Colombiana de Educación al Consumidor (Educar Consumidores) como parte de una campaña informativa para promover hábitos saludables, recibió el pasado 7 de septiembre, la orden por parte de la Superintendencia de Industria y Comercio del país, de cesar de manera inmediata la transmisión del comercial, por considerar que contenía imprecisiones y que las afirmaciones realizadas no cuentan con el debido soporte científico o médico. En el siguiente enlace puede ver el vídeo en cuestión:
https://www.youtube.com/watch?v=It_R9zj6AeY
Otros ejemplos de situaciones en las que resulta imprescindible el desarrollo de acciones, incluyen la modificación de las etiquetas de los alimentos con miras a mejorar la comprensión sobre la composición de los mismos y poder identificar el contenido de azucares ocultos en productos que cada vez son de mayor consumo en la población, tales como las barras energéticas, bebidas deportivas, hidratantes y energizantes, té y café embotellados, pastas para untar, salsas, comidas preparadas, entre otros, y finalmente, por supuesto la superación de las múltiples objeciones planteadas a propuestas basadas en la aplicación de impuestos.
Todo esto agravado por estudios recientes que indican que las principales fábricas de bebidas azucaradas del mundo, Coca-Cola y PepsiCo, financiaron en los últimos cinco años a 96 organizaciones (63 organizaciones de salud pública, 19 organizaciones médicas, siete fundaciones de salud, cinco organizaciones gubernamentales y dos grupos de suministro de alimentos, entre otros), que tienen un papel importante en la promoción de hábitos saludables,además de influenciar en la legislación nacional y mejorar la imagen pública de sus productos (4).
La ingesta elevada de azucares libres no representa una causa única ni inmediata en el desarrollo de enfermedades no transmisibles o de la misma muerte, pero su ingesta regular, como cualquier exposición nociva, requiere del compromiso efectivo para su intervención, que reconozca en esta práctica la capacidad de generar una muerte lenta. Resulta pues imperioso entender la magnitud del problema y tomar cartas en el asunto.
Laura I. González Zapata
Profesora Escuela de Nutrición y Dietética
Universidad de Antioquia, Medellín-Colombia
Editora asociada Revista Gaceta Sanitaria
Referencias
- Global health risks: mortality and burden of disease attributable to selected major risks. Ginebra:Organización Mundial de la Salud; 2009 (http://www.who.int/healthinfo/global burdendisease/Global-HealthRisksreport full.pdf, consultado el 27 de febrero de 2014).
- Dieta, nutrición y prevención de enfermedades crónicas: Informe de una Consulta Mixta de Expertos OMS/FAO. OMS, Serie de Informes Técnicos, nº 916. Ginebra: Organización Mundial de la Salud; 2003(www.who.int/nutrition/publications/obesity/WHO_TRS_916_spa.pdf, consultado el 27 de febrero de2014).
- Royo Bordonada MA. Más allá del impuesto a las bebidas azucaradas. Por unas políticas alimentarias a la altura de las necesidades de salud pública; Blog de Gaceta Sanitaria 2016 (http://sespas.elsevier.es/articulos/mas-alla-del-impuesto-a-las-bebidas-azucaradas-por-unas-politicas-alimentarias-a-la-altura-de-las-necesidades-de-salud-publica/) consultado el 6 de enero de 2017.
- Aaron DG, Siegel MMB. Sponsorship of National Health Organizations by Two Major Soda Companies. American Journal of Preventive Medicine 2016;52(1): 20–30.