Las relaciones entre el conocimiento en salud y el feminismo no siempre han sido fáciles. En un artículo de la revista The Hospital, publicado en 1920 bajo el sugerente título de “El nuevo feminismo”1, se critica duramente a una novelista norteamericana, catalogándola de “feminista de tipo extremo”, por declarar que “todas las mujeres están enfermas de matrimonio”. Su gran pecado sería destruir la idea de la familia tradicional, lo cual, según el editorial, iría en contra de la salud de las mujeres y el bienestar de los niños de generaciones venideras.
Sin embargo, el feminismo (los feminismos) aporta elementos fundamentales a la Salud Pública del siglo XXI, y constituye un aliado imprescindible para el avance de la salud pública actual.
¿Cuáles pueden ser los nexos de unión entre la salud pública y el feminismo?
Entre las definiciones que se pueden encontrar, me gusta especialmente ésta de la filósofa Amelia Valcárcel 2: “El feminismo es aquella tradición política de la Modernidad, igualitaria y democrática, que mantiene que ningún individuo de la especie humana debe ser excluido de cualquier bien y de ningún derecho a causa de su sexo”. Aclara además que el feminismo “no es lo contrario de machismo, pero es absolutamente contrario al machismo”.
Así, una de las conexiones entre salud pública y feminismo es la lucha contra la desigualdad social, que en el caso de la salud pública se fundamenta en el marco de los determinantes sociales de la salud, el género entre ellos. Para el feminismo es el patriarcado, como sistema de dominación sexual, el que se concibe como el sistema básico de dominación sobre el que se levantan el resto de dominaciones como la clase y la raza 3.
Sandra Harding, teórica feminista clave en epistemología, define el género como una categoría fundamental en cuyo ámbito se asignan significado y valor a todas las cosas, una forma de organizar las relaciones sociales humanas: “Si considerásemos la ciencia como una actividad plenamente social, empezaríamos a comprender las múltiples formas en las que, también ella, se estructura de acuerdo con las expresiones de género” 4.
¿Cuáles son las principales críticas del feminismo al modelo hegemónico de hacer ciencia?
En primer lugar, los estudios sobre equidad en la ciencia evidencian que las mujeres han participado muy escasamente en la actividad científica como investigadoras. Sin embargo, aun siendo importante, esta no es la crítica fundamental. Junto a Harding, podemos preguntarnos: “¿Acaso deben querer las mujeres llegar a ser como los hombres en las ciencias? ¿El feminismo debe apuntar hacia una meta tan baja como la simple igualdad con los hombres” 4.
En segundo lugar, el feminismo critica los usos (y abusos) de la ciencia al servicio de proyectos sexistas, racistas, homofóbicos y clasistas, con algunos clamorosos ejemplos, como las políticas reproductivas, el confinamiento de las mujeres al ámbito doméstico o la estigmatización de la homosexualidad. El feminismo, por tanto, cuestiona la existencia de una investigación científica “pura”, libre de valores.
En tercer lugar, la selección y definición de los problemas, el diseño y la interpretación de la investigación, se han llevado a cabo desde una perspectiva masculina, androcéntrica, dejando a un lado las cuestiones que resultan problemáticas para las mujeres.
Un cuarto tipo de críticas tienen que ver con que la ciencia al uso define y mantiene una serie de dicotomías rígidas que están relacionadas con necesidades y deseos típicamente masculinos: objetividad/subjetividad, investigador/Investigado, razón/emoción, mente/cuerpo. En todos los casos, el primer elemento se asocia con la masculinidad y el segundo con la feminidad y “estas creencias estructuran las políticas y las prácticas de las instituciones de la ciencia” 4.
¿Qué respuestas ofrece el feminismo para hacer una mejor ciencia?
De manera muy sintética, tres son las principales epistemologías feministas: Empirismo feminista, Punto de vista feminista y Posmodernismo feminista.
Según el Empirismo Feminista, el sexismo en la ciencia es resultado de una serie de sesgos que son evitables con una aplicación rigurosa del método científico. No cuestiona las normas básicas de la ciencia al uso, de modo que es más fácilmente aceptable por la comunidad científica “no feminista”. El proyecto Gendered Innovations es un ejemplo donde se refleja este tipo de epistemología. En opinión de su directora, los errores en la investigación médica se han cobrado miles de muertes por no haber sido adecuadamente tenidos en cuenta los aspectos de sexo y género.
La Epistemología del Punto de Vista Feminista (feminist standpoint) defiende que las experiencias de las mujeres proporcionan perspectivas únicas para entender el mundo y construir un conocimiento diferente y menos parcial. No se trata solo de incluir en la investigación las vidas de las mujeres, hay que partir de sus propias experiencias para diseñar y llevar a cabo la investigación. Este conocimiento socialmente situado sí cuestiona sólidamente el concepto de objetividad y universalidad de la ciencia al uso7 y reconoce a las mujeres como “conocedoras y expertas en sus propias vidas” 8. Esta epistemología feminista es plenamente aplicable a la investigación cualitativa en salud pública y enlaza muy bien con la llamada epidemiología lega, que nos ayuda a conocer cuáles son las percepciones de la gente sobre su propia salud, sus conocimientos y los significados que otorgan a conceptos básicos como salud, calidad de vida, enfermedad o sus determinantes sociales 9.
El Posmodernismo Feminista cuestiona los enunciados universales de la ciencia al uso y plantea investigar las identidades fragmentadas que conforman las diversas experiencias: No existe una sola verdad o una sola experiencia de “ser mujer” (o “ser hombre”), sino una multiplicidad de experiencias e identidades que son construidas, no sólo por género, sino por clase, raza, cultura, etc. Se introduce así como concepto clave la interseccionalidad. Judith Butler, con su teoría performativa del género, y madre de la teoría queer, es una de las principales representantes de esta epistemología.
En síntesis, el feminismo cuestiona la legitimidad, credibilidad y validez de una ciencia que invisibiliza a la mitad de la población –las mujeres-, como científicas y como sujetos de la investigación, con necesidades, intereses y experiencias sobre el proceso salud-enfermedad-atención, propias y diferentes de los varones.
Podemos afirmar con Donna Haraway que “el feminismo ama otra ciencia” y que “el conocimiento es siempre parcial y situado, y por tanto discutible”10. Independientemente del tipo de método empleado, ningún conocimiento está desligado de su contexto ni de la subjetividad de quién lo emite.
¿Es posible una salud pública feminista?
El feminismo aporta elementos innovadores a la Salud Pública del siglo XXI: nuevas áreas de investigación, posicionamiento de las mujeres como actoras, desarrollo de nuevos marcos teóricos, teoría reflexiva de la ciencia, interacción entre sexo y género, métodos sensibles al género, diversidad entre mujeres/hombres, investigación pro-feminista sobre la salud de los hombres y uso de los resultados para el cambio 11,12.
La revista Gaceta Sanitaria quiere contribuir, desde su responsabilidad social y compromiso con la igualdad, a construir esta salud pública feminista, y en 2015 puso en marcha su política para fomentar la igualdad de género en la publicación científica13.
La salud pública feminista representa un cambio hacia una nueva salud pública, con actividades holísticas y multidisciplinarias, basadas en el pluralismo teórico, múltiples perspectivas y acciones colectivas con el objetivo de mejorar la salud de los grupos subordinados al género. La Salud Pública será feminista, o no será.
BIBLIOGRAFÍA
- The new feminism: Destruction of the family idea. The Hospital 1920; 550.
- Amelia Valcárcel. Feminismo en un mundo global. Madrid: Editorial Cátedra, Colección Feminismos;2009. 344p.
- Ana de Miguel. Feminismos. En: Celia Amorós (ed): 10 Palabras clave de mujer, Madrid: Editorial Verbo Divino; 1995. p. 217-56.
- Sandra G. Harding. Ciencia y feminismo. Madrid: Editorial Morata; 1996. 240 p.
- Margrit Eichler. Nonsexist Research Methods: A Practical Guide. New York: Routledge; 1991. 183 p.
- Mary Ann Burke, Margrit Eichler. The BIAS FREE Framework. A practical tool for identifying and eliminating social biases in health research. Global Forum for Health Research; 2006. Disponible en https://tspace.library.utoronto.ca/bitstream/1807/9581/1/BIASFree_interieur.pdf
- Teresa Ortiz. Feminismo, mujeres y ciencia. En: Francisco J Rodríguez Alcázar, Rosa María Medina y Jesús A. Sánchez Cazorla (coord.): Ciencia, tecnología y sociedad, Madrid: 1997. p. 185-202.
- Penelope Ironstone-Catterall. Feminist Research Methodology and Women´s Health: A review of literature. Disponible en https://youthsextion.files.wordpress.com/2011/04/18femrm.pdf
- Maria del Mar García-Calvente, Jorge Marcos Marcos. Construir salud, construir género: ¿por qué la investigación cualitativa es una metodología sensible al género? Feminismo/s. 2011; 18:271-80.
- Donna Haraway. Situated Knowledges: The Science in Feminism and the Privilege of Partial Perspective. Feminist Studies. 1988; 14:575-99.
- Marcia C. Inhorn, K. Lisa Whittle. Feminism meets the “new” epidemiologies: toward an appraisal of antifeminist biases in epidemiological research on women’s health. Soc Sci & Med. 2001; 53:553-67.
- Anne Hammarström, Gunnel Hensing. How gender theories are used in contemporary Public Health research. International Journal for Equity in Health. 2018; 17:34. Disponible en https://equityhealthj.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12939-017-0712-x
- Carme Borrell, Carmen Vives-Cases, Mª Felicitas Domínguez-Berjón et al. Las desigualdades de género en la ciencia: Gaceta Sanitaria da un paso adelante. Gac Sanit. 2015; 29:161-3.
María del Mar García-Calvente. Editora Asociada de Gaceta Sanitaria. Profesora de la Escuela Andaluza de Salud Pública